
¿Qué ves cuando me ves? La construcción social del Otro

* Carolina Beresi
"...Tengo un sueño, un solo sueño, seguir soñando.
Soñar con la libertad, soñar con la justicia, soñar con la igualdad
y ojalá ya no tuviera necesidad de soñarlas..."
La construcción de nuestra identidad como sujetos depende, en buena medida, de la interacción con "los otros", a quienes nos acercamos mediante las similitudes y de quienes nos distinguimos mediante las diferencias.
Con cada variación o disparidad detectada se va conformando la percepción de "ellos" y "yo" como individuo, así como también de "ellos" y de "nosotros" como grupos. Este proceso se fortalece mediante la paulatina construcción de un discurso propio al que nos aferramos y un orden simbólico que adoptamos y nos legitima en nuestra identidad. Esta diferenciación tiene en cuenta muchos aspectos como por ejemplo la edad, el sexo, la nacionalidad, género, religión, clase social, entre muchas otras variaciones que podemos encontrar en cada sujeto.
Cuanto más contrastes encontramos en nuestra interacción con otros individuos, más se fortalece la diferencia y aumenta el sentimiento de igualdad con quienes presentan características similares a las nuestras, surgiendo así también un sentimiento grupal o colectivo, que se conoce como Identidad Social.
En este proceso intervienen tanto mecanismos psicológicos y sociales como políticos, que interactúan entre sí para que esta diferenciación se efectivice y también nos defina.
Si tenemos en cuenta que ese otro (ajeno al nosotros) con su acción o inacción podría afectar y alterar la realidad en la que ambos colectivos conviven de acuerdo a su posicionamiento social y acceso o no a distintos espacios de poder, se puede suponer que ese otro puede generarnos miedo. Si los percibimos como una amenaza no es extraño que sintamos hostilidad hacia aquellos que consideramos diferentes o extraños.
La desconfianza y el rechazo hacia lo diferente surgen tempranamente y se van reforzando a lo largo de nuestra vida.
Lo extraño o desconocido se interpreta como amenazante y fácilmente puede convertirse (según nuestra mirada) en un enemigo capaz de atacar todo aquello que consideramos fundamental en nuestros valores y en nuestra propia subjetividad o de nuestra Identidad Social.

La sociabilización y la pertenencia a determinado grupo o colectivo, se sostiene con un universo simbólico común que se encuentra por encima de la experiencia individual, donde las tradiciones, mitos, los estereotipos culturales y el discurso son factores utilizados especialmente para justificarnos como colectivo.
A nivel social, la Alteridad y la Oposiciónson los dos aspectos que aparecen como elementos fundamentales para construir la idea de "nosotros" y "ellos".
Aunque hay que tener en claro que dejarse atrapar por esta lógica implica someterse a la idea de que "el Otro es aquello que nunca fuimos, que no somos y que nunca seremos". Incluso, podría decirse que, siguiendo este camino hasta un punto extremo, podemos llegar a convertir al Otro en aquello que no queremos ser. Es decir, pasar de la diferenciación al desprecio o al odio hacia el Otro basados en sus características individuales (género, etnia, orientación sexual, etc.) considerando que éstas características son rasgos de inferioridad.
Es a partir de allí que los estereotipos y los prejuicios comienzan a incidir de manera más concreta en los vínculos con "los otros".
Cuando hablamos de Estereotipos nos referimos a la generalización que hacemos sobre los miembros de determinado grupo, mediante los cuales se magnifican o absolutizan rasgos característicos de los sujetos que componen este grupo. Es decir que se construyen esquemas mentales de la realidad por los cuales se generaliza a los miembros de algún grupo.
El Estereotipo es colectivo puesto que es una imagen compartida por una colectividad. Podemos identificarlo claramente cuando escuchamos referencias, por ejemplo, a "los negros", "los indios", "los putos", "los piqueteros", "los pobres", "los europeos", "los músicos", etc.
Los Prejuicios, por su parte, son los sentimientos y emociones positivas o negativas que se tienen sobre un grupo social y sus miembros en particular. Las evaluaciones afectivas dependen de las creencias sobre el grupo, por lo que se encuentran directamente relacionados con los estereotipos manejados por el "nosotros". Es decir que si un estereotipo es negativo, se pueden generar prejuicios negativos y si el estereotipo es positivo se podrá generar un prejuicio positivo.
Colocar una etiqueta o categorizar a una persona en particular puede constituir un prejuicio debido a la distorsión que puede existir en las percepciones cuando no conocemos realmente a la persona. Y debemos decir, también, que los prejuicios tienen la tendencia a convertirse en actos discriminatorios.

Finalmente, la Discriminación supone maltratar o limitar posibilidades a personas, por tener características especiales que definen su pertenencia a un grupo. Consiste en tratar a alguien de forma distinta solo por ser quien es o por sus creencias u opiniones. Este punto es central, debido a que cuando el trato que recibe un individuo es distinto por determinadas características se concreta la discriminación.
Si esta percepción negativa y la actitud discriminatoria se generalizan resulta mucho más fácil negar derechos a quienes se considera como alguien diferente o inferior.
Cuando estas prácticas diferenciales se consolidan a través de las instituciones y leyes de una sociedad, la discriminación responde a una intencionalidad política. De modo que el trato diferenciado responde a determinados intereses sectoriales. Esta consolidación del trato discriminatorio a través de las instituciones podría, además, llegar a los límites del ejercicio de la violencia en casos extremos.
El reconocimiento del otro en sus diferencias no implica que deba ser tratado de manera distinta o estigmatizado. La xenofobia, el racismo, la homofobia o la misoginia, entre otras son expresiones reiteradas de estas distorsiones.
Muy por el contrario, las diferencias que se pueden apreciar en "los otros" siempre constituyen una riqueza social cuyo valor debe ser defendido y aprovechado mediante el entendimiento y el diálogo profundo.
Los graves sucesos de discriminación que vemos diariamente constituyen un llamado de atención muy importante. Las contradicciones no solo no logran ser superadas, sino que por el contrario, las tensiones sociales y políticas se incrementan permanentemente al ritmo de los cambios observados a nivel mundial. La distancia con "los otros" se nos hace cada día mas grande y las posiciones contrapuestas no logran acercarse debido a la disminución de espacios de debate e intercambio real entre ellas.
La reflexión y el cuestionamiento a nuestras actuales formas de relacionarnos constituyen hoy una forma de resistencia y una búsqueda de integración armónica del tejido social. Podremos lograrlo, únicamente, mediante el reconocimiento consciente de cada uno de nosotros y la aceptación de nuestras diferencias como la mayor de nuestras riquezas.