El Poder de Ser Trabajadores Sociales

Lic. Carolina Beresi
Los Trabajadores Sociales pocas veces nos sentimos cómodos hablando acerca del Poder. Cuando pensamos en su ejercicio nos cuesta identificarlo con la tarea que desarrollamos y puede pasar que, en algunas situaciones, lleguemos a manifestar, con frustración, que en nuestras prácticas no lo tenemos ni lo ejercemos porque raramente nos visualizamos como portadores de Poder.
Esta particularidad viene desde el origen de nuestra profesión como auxiliares de otras disciplinas, aunque también deriva de ciertas dificultades epistemológicas y, quizás por nuestra posición relativa en los lugares de decisión aún se mantiene.
En general, pensamos al Poder de manera vertical, quienes están arriba tienen poder y quienes están abajo no lo tienen. Sin embargo, el Poder está en todos lados y se ejerce desde cada lugar en el que haya una relación de cualquier tipo (laboral, familiar, pareja, amistad, etc.).
Si tomamos la idea de Poder desde la perspectiva de Foucault vamos a encontrarnos con que siempre es relacional, se entreteje, surge de los vínculos entre sujetos, grupos, fuerzas políticas, colectivos, entidades sociales, etc. y forma una malla de relaciones en las que se manifiestan intereses contrapuestos, fuerzas con direcciones encontradas y los conflictos de intereses circulan y se mueven en un vaivén que nunca es estático.
Como es común que en nuestra praxis cotidiana abordemos casos donde identificamos claras situaciones de injusticia o grave desigualdad social y económica, también es común que logremos identificar con facilidad las fuerzas o intereses que generan, permiten o se benefician de dichas desigualdades e injusticias o vulneraciones.
Nuestro registro tiene la virtud de poder dar cuenta del Poder ejercido vertical y horizontalmente. Con la posibilidad de señalar como se mueve y como va circulando por el entramado social, produciendo efectos y traspasando los cuerpos para actuar directamente sobre el comportamiento de los sujetos. A pesar de ello, no siempre lo explicitamos en los informes, sea por la urgencia, sea por abocarnos únicamente a bridar respuesta desde nuestra institución o bien por decisión de no manifestarlo de manera expresa.
Queda claro que los Trabajadores Sociales perseguimos los objetivos institucionales de las dependencias en las que trabajamos. Estos objetivos están presentes en nuestra intervención, pero si nos descuidamos y nos abocamos a cumplir los objetivos institucionales "de manera estricta" podemos dar lugar a que se naturalicen de hecho ciertas situaciones de riesgo o desigualdad socioeconómica.

Pensemos en que, forzosamente, nos enfrentamos a una gran contradicción como trabajadores asalariados. Por un lado somos parte de instituciones y organismos que llevan a cabo lo que se conoce como gubernamentalidad y que Foucault denomina Biopolítica, definiéndola como el ejercicio del Poder no sobre los territorios, sino sobre la vida de los individuos y las poblaciones. Mientras que, por otro lado, fuimos formados en la convicción de que nuestra praxis debe necesariamente ser concientizadora y transformadora de realidades.
La contradicción, entonces, está dada por el hecho de que nuestro saber profesional puede verse restringido a los objetivos institucionales o políticos del organismo donde prestamos servicios. Y nuestro accionar termina siendo muy condicionado, por lo que tantas veces tratamos de transformar "discretamente" sin que se altere el orden vigente, evitando así cuestionamientos a nuestros saberes o a nuestras prácticas y, a veces, dejando muy lejos nuestros objetivos de transformación social.
Tengamos en cuenta que cada una de nuestras acciones inevitablemente forma parte de la Biopolítica como tal y, por ende, implica ejercicio de Poder. La Biopolítica constituye un mecanismo de disciplinamiento, de control o de dominio de los sujetos, que va encarnándose de particular manera en cada institución según su modo de aplicación.
Los Trabajadores Sociales manejamos información sensible, manejamos recursos y con nuestros dictámenes incidimos en el destino de los mismos. La información registrada (o no registrada) por nuestro trabajo da lugar a distintas decisiones que manifiestan (o no) relaciones desiguales de las que los Trabajadores Sociales no quedamos ajenos.
El Trabajador Social va desarrollando las habilidades necesarias para el ejercicio de su rol a medida que adquiere experiencia. Lo que sucede, es que también el accionar profesional puede convertirse fácilmente en un mecanismo de normalización y de disciplinamiento cristalizado en la intervención social.
Es decir, estos mecanismos claramente van conformando prácticas y promoviendo valores que buscan mantener el orden establecido. Pero su ejercicio implica como una condición fundamental para que funcione: la obediencia social, principalmente de quienes cumplen el rol de funcionarios.
Es por eso que limitarnos a cumplir objetivos institucionales "de manera estricta" nos vuelve indefectiblemente mecánicos en la intervención, porque la institución nunca se pregunta qué hacemos los Trabajadores Sociales, sino que nos empuja a que nos adaptemos a su funcionamiento. Dando lugar a respuestas de tipo estándar, dejando de lado las particularidades de cada caso y asesorando más desde el eslogan que desde el análisis real de cada situación problema.
Muchas veces cometemos el error de no tomar en consideración la gravitación e influencia de nuestras intervenciones como profesionales pertenecientes a determinados organismos de la estructura gubernamental y, fundamentalmente, como agentes especializados en el estudio social y en el diagnóstico de vulnerabilidades y riesgos sociales. De este modo, no solamente debilitamos nuestra profesión, sino que reducimos nuestras propias posibilidades de un efectivo abordaje social.

Cuando eso sucede, nuestra tarea se desarrolla "en modo automático" y surge la necesidad de obediencia del usuario, la que además debe ser manifiesta, porque la persona debe ajustarse a todos los protocolos y transformarse en un sujeto dócil para acceder al servicio o prestación requerida.
Es esta una manera muy cruel de producir subjetividad, interpretando la pasividad total como una respuesta positiva del sujeto, que ante una situación de necesidad, se encuentra más "sujeto" (atado) que nunca. Cualquier conducta que no encaje en lo esperado es entendida como desobediencia, rebeldía o anormalidad. Llegamos así a una intervención que se dirige directamente hacia el disciplinamiento de la persona, afectando verdaderamente su libertad.
No tengo dudas en que asumir esta postura, para facilitar la tarea (a veces tan dura y con tanta implicancia subjetiva) que se nos requiere, con el paso del tiempo termina generando fuertes sentimientos de frustración, de impotencia o, inclusive, de cuestionamiento a nuestra propia disciplina, pensándola como una acción inservible o sintiéndonos totalmente impotentes en ciertas situaciones extremas.
Nuestra formación es científica, está dirigida al estudio de factores históricos, socioculturales, económicos, políticos, geográficos y personales que inciden el surgimiento de problemas sociales.
El Trabajo Social se ha transformado en un espacio importante para el desarrollo de la reflexión y el pensamiento en estos aspectos.
Como profesionales nos situamos en los problemas sociales, pero nunca deberíamos hacerlo como una praxis normalizadora de desigualdades, deberíamos, por el contrario, ejercer nuestra cuota de Poder como una herramienta que nos sirva para desarrollar una praxis de la libertad.

Podemos lograrlo cuando hacemos visibles las relaciones de Poder que están en juego en cada caso, cuando aportamos elementos para generar conciencia de las vulnerabilidades y de las potencialidades presentes en cada sujeto, fortaleciendo su capacidad de acción y el ejercicio más amplio de su libertad.
Si no revisamos nuestra estrategia de intervención desde esta perspectiva, difícilmente podamos transformar nuestra acción en un abordaje liberador dirigido a que los vulnerados dejen de ser objetos de intervención y se conviertan en seres capaces de decidir y planificar libremente su vida.