* Por Carolina Beresi

¿Hasta dónde puede llevarnos la obediencia ciega y el miedo a quedarnos fuera de lo que entendemos que sería nuestro paraíso?

¿Qué somos capaces de ceder para formar parte de determinados ámbitos o grupos?

Muchas veces la resignación que nos inunda nos hace dejar de lado todo lo que tenemos de especial y de distintos por aceptar todo tal como se nos presenta, quizás porque estamos convencidos de que las cosas siempre fueron y siempre serán de esa manera.

Es tan habitual que, siguiendo fuertes mandatos sociales, tratemos de encajar, respetar los estereotipos e intentar vernos y actuar de la manera en que se espera de nosotros en cada ocasión. Y es posible que nos hayamos vuelto tan susceptibles a la opinión de los demás, porque nuestros parámetros hoy, como nunca antes, nos vienen impuestos desde afuera y para ello somos educados (¿o adiestrados?) de muchas maneras.

Sin embargo, hay quienes son capaces de romper las reglas sin preocuparse tanto por las consecuencias que esto pueda traer aparejado.

Entre ellos tenemos al prodigioso Orson Welles, quien siendo un creador incansable, totalmente transgresor y lo que podríamos denominar hoy un artista en el sentido más profundo de la palabra, se definía a sí mismo como un simple aventurero.

Esa era su manera de diferenciarse de aquellos artistas que eran obedientes a todos los mandatos establecidos. A quienes preferían encorsetarse, condicionarse para no quedar afuera de nada. Aunque esto significara mantenerse sumisos, siempre respetuosos del poder y (en tantos casos recordados) pagándolo con creces en la vida personal.

Welles vivió en libertad su genio artístico, entendiendo que ser libre (tal como diría Sartre) nunca fue obtener todo lo que se ha deseado, sino lograr desear por uno mismo. Lo que el filósofo francés señalaba como libertad y Orson llevaba a cabo obra tras obra era la construcción de la identidad personal y artística mediante la toma de decisiones y de acciones realizadas a través de una conciencia exenta de toda determinación que fuese ajena a sus propias convicciones.

Ante una industria cinematográfica que solo respetaba las ganancias, él imponía arte, belleza, fantasía y técnica. Su falta de interés en postrarse ante los dueños de la industria cinematográfica estadounidense, perseguidores ambiciosos de todas los ingresos que Hollywood generaba, le valió a Welles la temprana expulsión de ese paraíso.

No olvidemos que Welles surge como un prodigio en el teatro, presentando la obra "Voodoo Macbeth", una adaptación propia del "Macbeth" de William Shakespeare que se desarrolla en una isla caribeña ficticia, reclutando a un elenco completamente negro en 1936.

Formó el grupo Mercury Theatre mediante el cual realizó un ciclo radial adaptando obras clásicas al radioteatro. Así es como en 30 de octubre de 1938, a los 23 años de edad, Orson con su gran calidad narrativa genera pánico real en su auditorio de Nueva York y Nueva Jersey.

Se estima que contó con millones de oyentes en EEUU cuando este genio de la interpretación narra un episodio de "La Guerra de los Mundos" donde relata que una amenazadora invasión alienígena se produciría. Pero la ciudadanía, sin dudar en lo que escucha, sale desesperada buscando una salvación ante este inminente ataque extraterrestre, colmando todas las calles y comisarías.

No hubo nadie que consiguiera tanto de Hollywood a tan corta edad. Tampoco nadie que fuera tan descalificado y rechazado tan rápidamente.

Su película "El Ciudadano Kane" (1941) es considerada una de las mejores películas de la historia del cine. Lo que posiblemente hoy sea difícil de entender sin comprender el contexto en que aparece esta obra.

No se trató solamente de un despliegue de ingenio y creatividad en cuanto a la historia, el guion y la manera moderna de presentar el filme. Fue, además, una extraordinaria combinación de técnicas cinematográficas y teatrales de una manera única, modificando para siempre la forma de hacer cine.

Pero también significó sobre todo tocar un centro neurálgico del poder mediático, el que nunca antes había sido atacado ni se había hecho visible con tanta claridad en la pantalla grande. La historia de Charles Foster Kane presentaba notorias similitudes con la vida real del magnate de los medios de comunicación William Randolph Hearst. Lo que le valió a Welles el boicot total a su obra en cualquier medio que tuviese alguna relación con Hearst, mediante el silencio o la crítica negativa. Por lo que esta maravilla del cine fue un fracaso de recaudación y obtuvo la indiferencia del público general.

A pesar de ello "El Ciudadano Kane" tuvo a toda la crítica especializada de su lado y logró 9 nominaciones a los premios "Oscar" aunque ganó solo uno de ellos para que no temblase ni se pusiese nervioso el satus quo.

Welles fue actor, guionista, productor, director y locutor de radio cada vez que pudo hacerlo. Sin embargo, nunca dejo de ser consciente del funcionamiento de la industria cinematográfica y del lugar marginal del arte en ella.

Por el contrario, lo sufrió directamente, con la embestida permanente a su obra, ante las continuas producciones interrumpidas, tantas obras inacabadas, películas recortadas por productores y empresarios insaciables y cambios en las versiones finales de sus trabajos sin su consentimiento.

Eso no le importó demasiado ni lo paralizó, pues con su irreverencia se burló de la racionalidad que pretendía guiar la política del séptimo arte. Se escabullía de las tensiones que regían el negocio y siempre sacó a relucir en cada obra lo más profundo de la condición humana.

Con la misma firmeza con que defendió sus convicciones artísticas defendió a sus amigos y compañeros de trabajo. Más allá de su anécdota de contratar frecuentemente a sus amigos para protagonizar sus obras, fue quien denunció sin ningún temor al famosísimo director y fundador del Actors Studio, Elia Kazan, un zar absoluto de la industria, a quien muchos de los grandes actores de ese período le deben su carrera.

Orson se refirió a él como un traidor, por haber señalado a sus compañeros como posibles comunistas durante la terrible "caza de brujas" del macartismo norteamericano. Porque el Comité de Actividades Antiamericanas permitía seguir trabajando en Hollywood y ganando mucho dinero a quien delataba a sus compañeros por su militancia comunista. 

Es muy conocida la frase de Orson Welles al respecto cuando afirmó que la izquierda estadounidense "se traicionó a sí misma para salvar sus piscinas".

En 1946, bajo la sospecha de ser comunista y, por lo tanto, enemigo de EEUU, su carrera en Hollywood se estancó y se vio obligado a trasladarse a Europa, donde trabajó como actor para financiar así sus producciones. Siempre aventurero, siempre genuino.

Orson fue desobediente e indisciplinado. Defensor de los amigos y de la libertad de pensar y de crear.

Su vida fue una muestra de lo que significa esa indisciplina cuando uno se enfrenta a los poderosos. Así como también fue el ejemplo más claro de lo se puede lograr y como se puede perdurar en el tiempo respetando nuestras propias convicciones, sin caer en la sumisión y en la humillación que nos aseguren unas pocas migajas que nunca traerán consigo la libertad.