Revictimización - El Daño Añadido
* Carolina Beresi
Toda persona que haya sufrido algún tipo de daño como consecuencia de una agresión o vulneración de derechos es considerada una víctima. A partir de ese momento debe ponerse en contacto con las instituciones judiciales, sanitarias y sociales que sean las idóneas para intervenir en la situación que le tocó atravesar.
Como Trabajadora Social Forense tengo presente que, es habitual que en este contacto que la persona inicia con los diferentes sistemas que deben dar respuestas a las víctimas se presenten inesperados obstáculos que dificultan la posibilidad de obtener justicia y una adecuada recuperación de quienes han visto vulnerados sus derechos.
Mediante los estudios realizados por la Victimología, podemos identificar varias situaciones que operan como dificultades, aunque ésto difícilmente sea supuesto por la víctima y su familia al momento de realizar la denuncia.
Si bien mi trabajo se desarrolla dentro del ámbito judicial, muchas víctimas relatan en sus entrevistas que las dificultades se producen en la mayoría de los ámbitos donde se deben realizar trámites o procedimientos derivados de la denuncia como ser hospitales, comisarías y organismos públicos en general.
El primer aspecto está relacionado con la falta de información comprensible, oportuna y útil que recibe la persona al ponerse en contacto con agentes de algunos organismos. Vale decir, muchas veces, el uso excesivo de tecnicismos y términos propios de cada institución (pero desconocidos para una persona común) vuelve inaccesible la posibilidad de comunicarse asertivamente con los agentes de los distintos organismos con los que debe interactuar.
Así también, podemos mencionar la burocracia existente, la documentación requerida (repetidas veces), los tiempos que cada trámite u organismo requiere para completar toda su intervención. Estos aspectos pueden incidir negativamente, generando un sentimiento de frustración en quienes llevan adelante el trámite o la denuncia.
Cuando alguien es víctima de un delito, espera obtener alguna respuesta concreta de la manera más rápida posible, manteniendo altas expectativas en que la resolución de la situación llegará con celeridad. Pero, lo cierto es que muy pocas veces las expectativas se ajustan a la realidad y existe la posibilidad de que la lentitud del proceso que se enfrenta termine afectando decididamente la recuperación de las víctimas. A lo que debemos agregar que todas las demoras (turnos, plazos, citaciones, evaluaciones, entrevistas), las reiteradas derivaciones de un organismo o de un profesional a otro/os, las consultas inconducentes y las declaraciones recurrentes (innecesarias) generan un daño añadido a quien ha sido víctima de un delito.
Además, debemos reconocer que muy pocos organismos estatales cuentan con los espacios necesarios para la realización de las distintas intervenciones, por ejemplo para la realización de entrevistas. Muchas veces, las mismas deben llevarse a cabo en cercanía de terceros, presentes por falta de lugares específicos preparados para resguardar la intimidad y la confidencialidad de lo expresado por la víctima.
Ni que decir cuando se cita conjuntamente a la víctima y al victimario a audiencias o a espacios de entrevista o mediación, análisis, evaluaciones, etc. sin tener en cuenta el tipo de agresión o daño denunciado. Cuando se trata de delitos que afectan de manera grave la integridad física, sexual o psicológica de la víctima el encuentro con el agresor profundiza el sentimiento de indefensión que puede sentir la persona luego de haber realizado la denuncia.
Otro aspecto señalado por la Victimología es que, generalmente, se da prioridad a la resolución del hecho por encima de la atención de la persona, generando en la víctima fuertes sentimientos de "invisibilización", así como también la sensación de que todo lo que se hace no le incluye en ningún sentido, despersonalizando totalmente el trato que recibe.
Ligado a esto, se debe mencionar que (con mayor frecuencia de lo que nos gustaría aceptar) muchas víctimas refieren que el trato recibido por los profesionales y operadores que los asisten es negligente o desinteresado. Esto da lugar a intervenciones iatrogénicas, en las que el personal encargado de la atención a las víctimas agudiza aún más el daño sufrido con su actuación mecánica y deshumanizada.
Un claro ejemplo de ello se da cuando quien debe escuchar lo narrado por la víctima asume una actitud de desconfianza ante lo escuchado, dudando o cuestionando su sinceridad, generando en la víctima un sentimiento de culpabilidad y mayor padecimiento. No se puede dejar de señalar que existen casos en que, ante este tipo de desconfianzas o cuestionamiento a los dichos de la víctima, se produce la retractación de la persona, quien se encuentra en una situación de alta vulnerabilidad y no logra soportar la presión de ser cuestionada.
Ni que decir de las veces en que la víctima debe responder sobre cuestiones referidas a sus antecedentes personales o conductas que nada tienen que ver con el hecho denunciado. O, por ejemplo cuando las personas se vuelven objeto de exámenes médicos repetidos, superfluos o excesivos. Todo ello constituye un trato inadecuado, en el ámbito que sea.
Todo lo anterior deja al descubierto el lugar que, muchas veces, ocupa la víctima en el sistema de atención y la importancia que los distintos operadores de los distintos organismos dan al trato con la persona.
Cuando esto sucede, se producen un conjunto de consecuencias negativas que pueden llegar a afectar psicológica, social, jurídica y económicamente a las víctimas.
Esto es lo que se conoce como Revictimización.
Cuando se duda de la víctima, se la hace declarar en distintas oportunidades y con distintas personas lo sucedido, se la expone a evaluaciones periciales reiteradas, se insiste en obtener datos sobre la forma de vida de la persona dejando de lado el hecho puntual denunciado, la demora en el cumplimiento de todos los procedimientos estipulados, el enfrentamiento con el agresor y el trato mecanizado, entre otras muchas situaciones que pueden darse, generan en la persona el recuerdo permanente del hecho denunciado.
La Revictimización puede ser tan grave o aún más que la primera victimización (la del delito) y por sus características, aumenta la dimensión del daño total sufrido. Debemos ser conscientes de que esto se amplifica si, además de haber sido víctima de un delito, se pertenece a algún grupo de mayor vulnerabilidad como el género, ser una persona con capacidad restringida, ser niño, niña o adolescente, el tipo de violencia sufrida, ser víctimas de trata de personas o de violaciones a los DDHH.
La Revictimización implica repetición. La persona maltratada reexperimenta el papel de víctima, revive los momentos dolorosos y emociones asociadas a su experiencia inicial en repetidas ocasiones, en un entorno que de por sí ya suele ser lo suficientemente estresante como son, por ejemplo, los procesos judiciales.
Si tuvieramos la posibilidad de saber cómo sigue la vida de las víctimas después de atravesar todo el proceso que se inicia con una denuncia, nos daríamos cuenta que (en la mayoría de los casos) estas personas han sido forzadas a modificar sus hábitos de vida, afectando en algún punto su cotidianeidad, así como también sus relaciones interpersonales, su actividad profesional y su actividad social. Como cuando la persona evita salir, o se retrae, o disminuye su desempeño escolar o profesional, cuando modifica hábitos, o deja de concurrir a espacios institucionales o sociales a los que anteriormente asistía, entre otras numerosas alteraciones posibles.
¿Qué medidas pueden evitar o reducir al mínimo la revictimización?
Es fundamental la utilización de protocolos adecuados que orienten a los profesionales y operadores judiciales en todo lo referido a fortalecer todo lo relativo a dos aspectos centrales: la reparación del daño a través de los medios correspondientes y la atención adecuada a la víctima.
Sería importante lograr identificar dentro del proceso de atención a las víctimas aquellas actitudes negativas que surgen cuando los agentes de los distintos organismos actúan de manera mecanizada y deshumanizada con el fin de modificarlas gradualmente.
Es conveniente tener especial cuidado en evitar actitudes que puedan interpretarse como la justificación del acto violento o de culpabilización de la víctima, como las referidas a la actitud de la persona afectada (ropa, horario, compañía, costumbres, etc) de donde se percibe la idea de que la víctima de alguna manera ha provocado la vulneración de derechos que ha sufrido, o peor aún, que por alguna razón es merecedora de ella.
Se debería propiciar la confianza de la víctima, comprender el sufrimiento que significa revivir todo lo sucedido y poder brindarle un espacio seguro donde poder hablar de lo ocurrido, insistiendo en la privacidad y la confidencialidad. Lo que puede lograrse cuando se trabaja con un equipo multidisciplinario que logre alejarse de los prejuicios y desarrolle la empatía, valorando correctamente las secuelas de la victimización. Donde las entrevistas se encuentren a cargo de personal especializado y en donde se tenga en cuenta la etapa evolutiva de la víctima, evitando reiteraciones innecesarias o estudios médicos redundantes.
Asimismo, es de gran importancia contar con un sistema efectivo de apoyo psicológico desde el inicio de todo el proceso.
Puntualmente, desde el sistema judicial, es necesario plantearse con seriedad la importancia de minimizar todo lo posible la duración de los procesos judiciales, así como también evitar los reiterados encuentros entre víctima y agresor.
Finalmente, tanto operadores de justicia, sanitarios, policiales como periodistas y medios de comunicación deberíamos comprometernos con la preservación máxima de los derechos de la víctima, evitando difundir su identidad y respetando su intimidad. Muchas veces la comunicación pública se realiza sin considerar el resguardo de las personas involucradas y sus derechos.
Cada caso de revictimización pone de manifiesto la dificultad de las instituciones públicas (especialmente el sistema judicial) para brindar respuesta satisfactoria a la víctimas. No olvidemos que el ejercicio y defensa de los DDHH es central para toda sociedad y no deberíamos restar importancia a estas cuestiones.