Vulnerabilidad ¿De Situación a Condición?
Lic. Carolina Beresi
¿Qué es la Vulnerabilidad?
Cualquier posibilidad de que se vea afectado algún derecho de manera inmediata constituye el escenario donde opera la vulnerabilidad. Este escenario se decora con las desventajas y las consecuencias de las desigualdades simultáneas que atraviesan a cada actor parado sobre él. Lo que se produce de manera particular y específica en cada caso abordado.
Debilidad, fragilidad, inseguridad, flaqueza, susceptibilidad, desventaja o incapacidad de resistir daños derivados de violaciones a los derechos son distintas maneras de referirse a la vulnerabilidad.
Tenemos la convicción de que una situación de vulnerabilidad no tiene por qué volverse inamovible e inalterable. Tampoco la presencia de una vulnerabilidad determinada nos convierte en seres vulnerables en todos y cada uno de los aspectos de nuestra existencia.
Todos podemos ser vulnerables en algún aspecto, lo que puede producirse durante algún tiempo o en determinadas circunstancias, pero esto no nos determina de manera inmutable y para siempre.
Sin embargo, cada persona que se considere vulnerable en el ejercicio de sus derechos, podría enfrentarse a un daño inminente o inclusive sufrir un daño mayor al que ya ha sufrido.
La característica particular y específica que la coloca en ese escenario de vulnerabilidad será el hecho de que esta persona no cuenta en ese momento y en esas circunstancias con la capacidad de resistir el daño que la amenaza.
Las Dimensiones de la Vulnerabilidad
Para Robert Chambers el concepto de vulnerabilidad cuenta con dos dimensiones. La primera se asienta en cuestiones externas como la exposición a distintos factores que pueden generarnos un daño. La segunda dimensión estriba en un elemento que es interno de cada sujeto y que se refiere a la imposibilidad de oponer resistencia a los factores que tienen la potencialidad de daño.
La amenaza a los derechos de una persona puede ser física, alimentaria, emocional, psicológica, sexual, patrimonial, educativa sin que estas categorías agoten todas las posibilidades de daño que alguien en un escenario de vulnerabilidad puede sufrir.
Es más, quizás muchas veces, esas amenazas combinen varios de estos aspectos, los que potenciándose entre sí, pueden generar un mayor impacto en la vida de quien sufre el menoscabo a sus derechos.
La vulnerabilidad debe entenderse, entonces, como un concepto dinámico por la variedad de factores que pueden hacerse presentes en cada situación y que tienen la potencialidad de efectuar un daño concreto.
La Vulnerabilidad Como Concepto Dinámico
Los factores que pueden colocar a las personas en una situación de fragilidad o debilidad siempre pueden variar, modificarse, intensificarse, interrumpirse temporalmente e, inclusive, reiterarse luego,.
En casos donde está presente la Violencia de Género podemos observar con bastante nitidez las distintas etapas que se producen en la historia de vida de la pareja. Es por ello tan importante trabajar con herramientas que permitan detectar este tipo de modificaciones a lo largo del tiempo, a fin de poder evaluar adecuadamente el nivel de riesgo en cada etapa.
En el caso de las niñeces, la vulnerabilidad puede estar vinculada a cualquiera de los aspectos mencionados, pero se define fundamentalmente por la dependencia que los niños y niñas tienen con relación a los adultos o responsables que los tengan a cargo.
Los niños y las niñas no tienen manera de hacer efectivos sus derechos por sí mismos, es por ello que se encuentran bajo la protección de su familia o de adultos que han sido designados para ese fin.
A pesar de que los niños y niñas presenten alto nivel de vulnerabilidad debido a su dependencia, su autonomía se amplía paulatinamente a medida que crecen. Es por ello que se la denomina autonomía progresiva. En este sentido, su autonomía aumenta gradualmente hasta los 18 años en que se adquiere la autonomía de manera completa, por lo que su nivel de dependencia y la consecuente situación de vulnerabilidad también decrecen de manera gradual.
Las amenazas enfrentadas por niños y niñas hasta la mayoría de edad implican la imposibilidad de cambiar por sí mismos las circunstancias que los colocan en situación de riesgo, de ahí que la característica fundamental de niños y niñas con alta vulnerabilidad social sea la desprotección.
Muchas veces, nos encontramos con personas en contexto de vulnerabilidad económica y social. Trabajar con estos colectivos o en territorios donde esta problemática se encuentre extendida exige irreductiblemente entrecruzar variables propias de la problemática individual con aquellas relacionadas con el escenario local, porque los derechos que podrían verse afectados nunca se presentan aislados del contexto en el que se presentan.
El Estado y la Vulnerabilidad Institucional
Ineludiblemente, tendremos que considerar aquí el rol del Estado en el desarrollo y aplicación de políticas públicas destinadas a la protección de los vulnerables y a la garantía necesaria para el cumplimiento de sus derechos.
El problema surge cuando la deficiencia en el abordaje de estos aspectos es innegable y nos encontramos con un Estado ausente o que se retrae gradualmente y su falta de acción habilita la continuidad en el tiempo de la situación de vulnerabilidad que se pretende resolver.
Cuando las situaciones de vulnerabilidad se vuelven estables en el tiempo nos enfrentamos a un Estado que renuncia al cumplimiento de sus funciones y renuncia al rol de igualador social que asumió en otros períodos.
Así, cada vez que una persona en situación de vulnerabilidad recurre al Estado para obtener asesoramiento, atención, asistencia o el servicio que dicha vulneración requiere y no encuentra respuesta nos encontramos ante otro y más complejo tipo de vulnerabilidad, la vulnerabilidad institucional. La que se vuelve crítica en casos de niñeces vulneradas, violencia de género, adultos mayores, personas con discapacidad o quienes deben enfrentar enfermedades crónicas.
La vulnerabilidad institucional consiste en la inacción de los organismos y funcionarios destinados a prestar los servicios correspondientes y dar las respuestas oportunas a quienes se encuentran en riesgo. A lo que tenemos que sumar siempre la existencia de un sistema burocrático que transforma cualquier situación de riesgo inminente en un daño concreto en la vida de los sujetos ante su falta de respuesta urgente.
¿De Situación a Condición?
Debe ser el Estado el principal responsable de dar respuesta a quienes se consideran vulnerables ante un riesgo posible e inmediato debido a que la vulnerabilidad se caracteriza por afectar a quienes no cuentan con la capacidad de hacer frente a la amenaza sobre sus derechos.
Cuando el Estado no registra estas situaciones, las archiva, las minimiza, las retarda o no hace nada, en realidad si hace algo.
Con estas acciones u omisiones transforma una situación de vulnerabilidad en una condición de vulnerabilidad, asegurando su persistencia en el tiempo y desarrollando así lo que Achille Mbembe denomina Necropolítica, la política destinada a determinar cómo deben morir algunas personas.
A partir de la falta de respuesta e intervención estatal, la vulnerabilidad pasa de ser dinámica a estática y se convierte en estructural. El sujeto comienza a ser definido por la vulnerabilidad que padece, quien desde ese momento "es esencialmente vulnerable" y podrá seguir siéndolo por años o, incluso, desbarrancase, hundirse, degradarse o morirse en tanto espera una respuesta que no llega nunca.
La condición de vulnerable implica desde ese momento la permanencia en un estado de riesgo, acompañado del aislamiento socio - institucional que podría ser irreversible y poner en juego su vida, tal como lo hemos visto en tantas ocasiones.
Tengamos presente los casos de todos aquellos que han sido abandonados a su suerte, cuya vulnerabilidad se convirtió en tragedia porque costaron la vida, la integridad y la posibilidad de una existencia digna por ser invisibles ante un Estado que decide mirar hacia otro lado.